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martes, 28 de enero de 2014

La mente...



La mente inocente tiene espacio, como un bebé dentro del vientre materno. 
Pero una mente atestada, cargada con su propia desesperación, sus temores, 
alegrías y placeres, una mente así nunca está vacía y, por consiguiente, 
para ella no hay nada nuevo, nada nuevo puede acaecer. Sólo en aquel vacío puede 
tener lugar algo nuevo, una nueva mutación. Este vacío, este espacio, es libertad. Y para que el espacio exista, es indispensable comprender toda esta estructura de uno mismo, tanto la consciente como la inconsciente.
En consecuencia, la libertad no es una reacción. La libertad es un estado del ser. 
La libertad es un sentir. Uno tiene que liberarse o librarse a sí mismo incluso de las pequeñas 
cosas: el dominio que uno ejerce sobre su mujer e el que ella ejerce sobre uno,
 librarse de las ambiciones, de la codicia, de la envidia. Si ustedes cortan 
completamente con todo eso sin tomarse tiempo discutiéndolo, verán que, 
sin análisis, sin introspecciones, el mero observar de las cosas, el verlas
 sin autocompasión, sin el deseo de cambiar, el simple observar, 
es tener este espacio.
En el momento en que existe tal espacio no contaminado por la sociedad, 
en ese estado ocurre una mutación.
Y en este mundo es indispensable una mutación, porque esa mutación 
es el nacimiento del individuo.
Lo que el mundo necesita actualmente es un individuo nacido de este espacio, de este vacío".

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