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miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Soga



La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña. Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a sólo 100 metros de la cima,  un  alpinista resbaló y se desplomó por los aires... caía a una velocidad vertiginosa. Sólo se podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos le pasaron por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos de la vida. El pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos... Sí, como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.
En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar: 
-"Ayúdame, Dios mío..."De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó: -"¿Qué quieres que haga?"-"Sálvame, Dios mío."-"Entonces corta la cuerda que te sostiene..."
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó.
Cuenta el equipo de rescate que al otro día encontraron colgado a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda... a dos metros del suelo...
...Y tú, ¿qué tan confiado/aferrado estás de tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas?
En nuestras vidas comunes y cotidianas, tenemos sogas que nos sujetan; éstas pueden significar el triunfo o el fracaso, y la libertad de elegir si la cortamos o no es sólo nuestra. Para decidir tienes que ver más allá de lo evidente. Amplía tus horizontes.

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